Atento lector ¡vaya si nos interpela el tercer itinerario del “Año Familia Amoris Laetitia”![1]. ¿Dónde están nuestros hijos? Seguro también nos preguntamos si están o estarán preparados para los desafíos de este 9 de junio de 2021 que hoy disfrutamos.
Confío en coincidir con usted en que todos nosotros estamos llamados a la existencia por amor, ese amor como vocación fundamental e innata de todo hombre. El sentido de la vida es encontrar esta identidad y en este proceso cobra toda la relevancia el encuentro con el otro. A través de un “tú” podré responder a quién soy “yo”. Y lo que es más importante, podré responder a aquello a lo qué estoy llamado a ser.

Sí, lo está intuyendo, entramos en el ámbito de la educación moral de nuestros hijos, pero partiendo de la base de que la moralidad no será algo extrínseco como el cumplimiento de unas determinadas normas morales o el “saber de ética o moral”, sino el “vivir lo bueno”.
Y es que toda educación familiar es educación moral, es humanización del niño. Y las condiciones que hacen legítima esta educación son la ejemplaridad, las reglas libremente asumidas, la propuesta de buenas opciones morales y la propuesta de modelos atractivos en valores y virtudes. ¡Nos adentramos!
El hijo debería nacer como un don, no como un derecho que anularía esta condición de acogida gratuita. Y partiendo de este punto, la identidad del niño es lo que es como persona específica y única. Unica por su carácter, sueños, empatía, sensibilidad, inteligencia… y por ser un proceso a futuro.
En la ética cristiana, además, el niño ha de descubrirse amado por Dios, que se le da a Sí mismo, y que espera a su vez Su entrega por amor. No se trata simplemente de dar, sino de una donación vinculada al amor. En libertad.

Tras el descubrimiento del hijo como don, llega el afecto, esos “buenos” afectos que anhelamos en nuestros hijos. Lejanos a veleidades o meras imaginaciones que les separan de la realidad y a la postre, les frustran. Hablamos de afectos vinculados al deber ¿Es que acaso usted no ha actuado nunca felizmente por obligación?
Pero en este camino educativo los padres nos encontramos con dos obstáculos permita unos esbozos. Por un lado, ese emotivismo que nos impregna y que reduce todo a la emoción. Nuestro hijo entonces puede reducir todo a la impresión subjetiva que le cause en cada momento, identificando apetencia-emoción con bondad. Esta fragilidad no le permitirá ser fuerte ante las presiones sociales y los desafios generacionales…
O este otro camino que busca únicamente los resultados, no la buena motivación de lo que hace, ¡se nos escapan las virtudes!
Sorteando estos obstáculos, disfrutaremos al ver a nuestro hijo más preparado para sus elecciones, al ver que se asientan sobre la voluntad y la libertad. Qué descanso.
¡Qué disfrute el poder ver a nuestros hijos valorando no tanto lo qué quieren hacer sino quiénes quieren ser!

[1] Organizar encuentros para los padres sobre la educación de sus hijos y sobre los desafíos más actuales (cf. AL 172 ss. y 259-290), respondiendo a las indicaciones del Papa Francisco a los padres para tratar de comprender “dónde están sus hijos en su camino” (cf. AL 261). https://www.conferenciaepiscopal.es/papa-convoca-dedicado-a-la-familia/