Ya son varias las ocasiones en las que he tenido el privilegio de exponer en diferentes foros buenas teorías sobre la educación familiar, apuntaladas por la experiencia que la labor en la orientación familiar va consolidando en mi interior. Más que consolidar, matizar. Y de estos matices me gustaría compartir en esta ocasión con ustedes… algunos destellos que parten de esta premisa: lo indiscutible de la primacía educativa de toda familia. No en vano estamos hablando de educación familiar fundamental, integral, personal, con carácter social, informal, permanente… y soberana.
Por ello, y al estar considerando una auténtica obra de arte – educativa –, cobran relevancia estos detalles menos pedagógicos o técnicos que una va entretejiendo con la experiencia, pero no por ello desdeñables. Al contrario.
Hablamos de espontaneidad – que no de caos o desorden – frente a programación, ya que de una forma fluida, todos educan a todos –. Bullicio, contratiempos, fiestas disgustos… bendito barullo.
Hablamos de ósmosis, imitación e impregnación. Y es que la fuerza moral de unos padres auténticos conseguirá el deseado prestigio y la necesidad de imitación – modelado –. Y la coherencia entre lo explicado y vivido fraguará el resto del proceso educativo.
Hablamos de cercanía e intimidad, ingredientes que convergen sin esfuerzos en toda familia y que permiten la vinculación necesaria para configurar una identidad personal sólida. Cercanía que permitirá responderse a la pregunta quien soy –frente a qué soy-. Y en esta consideración de persona amada únicamente por existir, se irá tejiendo la urdimbre afectiva necesaria para configurar la propia identidad.
Vamos ahora más allá de las personas concretas, vamos más allá de la familia como “bloque”, para adentrarnos en la familia como comunión, como verdadera comunidad de vida y amor. En este punto está en juego nada menos que el “llegar a ser”, encrucijada donde le es desvelado al educando el sentido de la vida. Estamos hablando de arrojarle – en el mejor de los sentidos – a vivir, desarrollando lo que todavía no se es pero se está llamado a ser. En definitiva, a encontrase a sí mismo, a educar una mirada contemplativa. Pero servidora no ha conseguido encontrar todas las recetas educativas en la psicología evolutiva, pedagogía… porque estamos hablando de un núcleo tan “vivo” que difícilmente se deja encorsetar en teorías…
Tan vivo como el precioso poliedro educativo con el que se encuentran unos padres: libertad, creatividad, y sentido dialógico. Libertad, para arrojar – que curioso, de nuevo el término “arrojo” – presiones y dominios externos, accediendo a aquellas experiencias vitales que proporcionarán autonomía y confianza en las capacidades personales. Creatividad para el diseño de la vida como algo irrepetible, como misión (¡), abarrotándola de sugerencias, posibilidades y esperanzas, libres de estereotipos. Sentido dialógico para enriquecer la vida con encuentros humanos, que culminará en la entrega a los demás, el amor y la aceptación del otro.
Y yo me pregunto ¿cabe una escuela de humanidad más plena?