La fiesta de la Amoris Laetitia.

Querido lector, estamos a punto de comenzar un año muy especial, augurio de muchas luces y esperanza. En apenas dos días inauguramos dos auténticas fiestas: por un lado, el comienzo del Año de San José, e, incardinado naturalmente en él, el Año “Familia Amoris Laetitia”.

A una le cuesta centrar la atención en uno sólo de estos dos ámbitos, a cual más refulgente; enseguida se da cuenta que ambos se encuentran perfectamente entrelazados desde el momento en que San José confió y dijo –también- “fiat”. De nuevo un “hágase”, más desapercibido quizás, pero que nos dejó una estela de ternura, discreción y santidad que nos inspirará ya para siempre. Esta obediencia fiel de un sorprendido padre adoptivo permitió que la historia de la salvación continuara a día de hoy –y por los siglos-, e iluminó de una forma nueva  la alegría de la familia “que llena el corazón y toda la vida” [i].

Estamos en los albores de esta iniciativa del Papa Francisco, el Año “Amoris Laetitia”, que nos recuerda que la Iglesia es la “familia de las familias” por excelencia, y que que cada una de ellas tiene un papel de centralidad insondable e inacabable. ¡Un precioso proyecto que busca el protagonismo de las familias! Atento lector, fíjese que fuerza transformadora, familias conscientes de su capacidad evangelizadora que, a la par que trabajan por otras realidades familiares, van creciendo interiormente.  Este don bendice  en primer lugar a aquellos que se entregan, que son más bendecidos todavía cuanto más conscientes son de su pobreza y poquedad.

No estamos hablando de una sucesión de actividades sin fin que nos dejan exhaustos, sino de una mirada amplia, contemplativa y abierta a la labor del Espíritu que encontrará sin duda el campo de acción más necesario en cada momento. De un trabajo ajeno a progragonismos individuales, donde la fuerza está en la fraternidad que se expande en círculos concéntricos. Y de una mirada que no busca el resultado inmediato y cuantificable, sino que confía en que todo lo sembrado dará sus frutos en el momento menos pensado. Fíjese qué paz, así no hay miedos.

Durante este año tan especial y luminoso, se pretende fijar la atención en aspectos donde la Gracia del Sacramento puede –y podrá- redoblar su eficacia: preparación al matrimonio, educación de los hijos, crisis conyugales y familiares, jóvenes y ancianos… aspectos que iremos desarrollándo en las próximas firmas.

¿Dónde se apoya este andar? En el camino firme que han entreverado los nueve capítulos de la Amoris Laetita. ¿Y el primer hito a apuntar en nuestras agendas? El próximo Encuentro Mundial de las Familias – Roma, 2022-, que no será el final de esta aventura sino una posada para descansar y reponer fuerzas. ¡Pero vaya posada…!

Eso sí, querido lector, afortunadamente este camino de santidad no se acaba y, cuando se extingan los fuegos de artificio de este precioso año dedicado a la familia, seguiremos en la brecha, sólo que  de una forma más discreta y desapercibida, con la misma mirada sorprendida, obediente y fiel de  San José.


[i] Amoris Laetitia, 200