Los últimos 375 años Zaragoza ha celebrado sus fiestas principales como homenaje a Nuestra Señora del Pilar, convertida desde el año 1642 en patrona de la ciudad. Por eso, durante siglos las celebraciones en honor de Santa María del Pilar han ido construyendo un mundo festivo que ha sido considerado parte de ese patrimonio inmaterial que define la identidad de todos los aragoneses cuando las gentes procesionan –como ya hacían en 1446- a los pies de la Virgen construyendo la mejor imagen para unas fiestas de fama universal. Estamos hablando de un ciclo festivo que celebra su primer acto religioso en la propia plaza del Pilar, la Misa baturra del domingo 8 de octubre, a las diez de la mañana, organizada por la Federación de Interpeñas de Zaragoza y seguida por un numeroso público que vive la incorporación de la música aragonesa a la liturgia, como homenaje a María de Nazaret que visitó Zaragoza la noche del 2 de enero del año 40.

A partir de entonces, las celebraciones en honor de la Virgen se extienden por toda la ciudad, como es el caso de la iglesia parroquial de San Pablo que lidera la apertura del programa religioso del 12 de octubre, día festivo desde el año 1613, con ese Rosario de la Aurora que comienza a las cinco de la mañana y que ya recorría las calles camino de la basílica pilarista en el siglo XVIII. Cumplida la visita a la Virgen, retorna cantando a la insigne parroquia donde se celebra una misa aragonesa habitualmente interpretada por miembros de la Cofradía del Silencio.

Sin embargo, será el templo de Nuestra Señora, basílica y segunda catedral de la ciudad, el que protagonice los momentos de más intensidad emotiva en las celebraciones que comienzan al anochecer del día 11 con el final de la Novena y el Claustro Solemne a la Santa Capilla para cantar la Salve, donde los infanticos que terminan su estancia en el Colegio de Infantes tienen un lugar presidencial. Es un emotivo momento que concluye con el canto del Himno a la Virgen del Pilar y con el que dan comienzo las celebraciones de la Patrona de Zaragoza, de Aragón, de España y de la Hispanidad.

Al día siguiente, el día 12 de octubre las misas se suceden en el templo mariano, como la de infantes a las cuatro y media de la madrugada o la que ofrecen las Damas y Caballeros del Pilar a las ocho de la mañana, siendo la de mayor importancia la solemne Misa Estacional, presidida por el Arzobispo de Zaragoza, con quien concelebran otros prelados, el Cabildo Metropolitano y otros sacerdotes. Una misa que concluye con la procesión por la plaza presidida por la imagen barroca de Nuestra Señora, realizada por Cubeles en 1620, que señala con su mano el lugar donde quería que se construyera su templo.

Mientras tanto, desde las siete de la mañana y hasta entrada la noche, no paran de llegar gentes de todos los rincones del mundo para ofrecer su presente a la Virgen. Es la tradicional Ofrenda de Flores que adquiere su forma actual en el año 1958, por el trabajo del concejal Rodeles de acuerdo con la Casa de Valencia en Zaragoza que aportó la idea para sacar al exterior una pequeña ofrenda que se venía celebrando desde siglos atrás en el interior del Pilar. Completa este evento universal una ofrenda fluvial de flores que  hacia las diez de la mañana recorre el Ebro y una ofrenda floral aérea a cargo del Real Aeroclub de Zaragoza que al mediodía llena de color los cielos.

El día 13 culmina la fiesta con la celebración de dos importantes actos religiosos: la Ofrenda de Frutos que se inicia en 1949 y el Rosario de Cristal creado en 1889 por la Cofradía del Santísimo Rosario de Nuestra Señora del Pilar consolidando la iniciativa de Mariana Velilla que en el siglo XVIII vinculó a las fiestas del Pilar la costumbre de rezar el Rosario acompañado de velas y faroles. En la Ofrenda organizada por la Federación de Casas Regionales, estas y las asociaciones aragonesas rinden homenaje a la Virgen aportando frutos de esta tierra que –después de pasar por la Santa Capilla- serán destinados a las instituciones que atienden a personas necesitadas.

Y en la segunda, que sale de la iglesia del sagrado Corazón a partir de las seis y media de la tarde, recorren las calles treinta carrozas de cristal iluminadas alusivas a los misterios del Rosario, diseño de Ricardo Magdalena, portados por devotos ataviados con el traje regional y que constituyen una procesión única que pone broche a las fiestas en honor de Nuestra Señora del Pilar, fiesta nacional que se ha incorporado hasta el refranero cuando anuncia que “hacia la Virgen del Pilar comienza el tiempo a cambiar”.

Texto de Domingo Buesa, director de Alma Mater Museum